La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural informó que en la atención a la sequía y desertificación que registra el país, México cuenta con iniciativas como MasAgro, que constituyen una acción por el suelo y un recurso para planificar de manera eficiente el uso de la tierra a través de prácticas más sostenibles, toda vez que el agua, es un recurso limitado que se debe proteger.
En el marco del Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, celebrado el pasado 17 de junio, bajo el lema “Alimentos, forrajes, fibra”, refirió que en tierras secas se encuentra casi la mitad de la superficie agrícola del país, MasAgro –programa de la Secretaría de Agricultura y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)– desarrolla ciencia aplicada al campo y promueve prácticas agrícolas sustentables (particularmente las orientadas a un mejor aprovechamiento del agua y a la conservación y recuperación de suelos) que permiten mitigar la desertificación en la superficie agrícola.
En diversas zonas semidesérticas, por ejemplo, se ha identificado que los suelos se han adelgazado y tienen bajo contenido de materia orgánica, por lo que su productividad ha disminuido de forma significativa.
En plataformas de investigación de MasAgro instaladas en esas zonas –como la de San Juan del Río I, Querétaro– se han hecho estudios y se han validado prácticas que permiten hacer productiva a la agricultura de temporal en zonas donde la precipitación es escasa y/o errática.
En comparación con la labranza convencional, donde prácticas como el movimiento continuo del suelo favorecen la degradación, las prácticas fomentadas por MasAgro en tierras secas han permitido obtener mayores rendimientos incluso en condiciones de sequía prolongada. Destacan el establecimiento de camas permanentes (arreglo que permite hacer un uso más eficiente del agua), la mínima labranza (que favorece la estructura del suelo y evita la degradación física), la diversificación de cultivos (para incluir cultivos con menor consumo de agua y brindar opciones de forraje, pues la ganadería es común en tierras secas), el aprovechamiento del rastrojo (para evitar la erosión del suelo y conservar humedad) y el Manejo Agroecológico de Plagas (que reduce la probabilidad de degradación química).
Agricultura de Conservación permite reducir el problema de los suelos salinos.
Además, la Agricultura de Conservación (cuyos principios básicos son la cobertura del suelo con rastrojo, la mínima labranza y la diversificación de cultivos) permite reducir el problema de los suelos salinos (efecto común de la degradación).
En la plataforma de investigación Francisco I. Madero –ubicada en el Valle del Mezquital, Hidalgo–, diversos estudios confirman que los suelos trabajados con este sistema presentan una menor concentración de las principales sales que originan el problema, por lo que al implementarlo los productores están evitando la presencia de la “costra blanca” sobre la superficie de sus parcelas y evitando efectuar gastos extras en la compra de yeso agrícola para equilibrar la alcalinidad del suelo.
Otros efectos notables de la agricultura sustentable que promueve MasAgro son que permite acumular materia orgánica, reducir la erosión eólica e hídrica que favorecen la pérdida de suelo (ya que en promedio un centímetro de suelo puede necesitar hasta miles de años para formarse, cada gramo de suelo preservado es importante), disminuir la emisión de gases de efecto invernadero (al evitar quemas agrícolas y reducir el número de pasos de maquinaria), incrementar la captura de carbono y desarrollar una agricultura resiliente frente al cambio climático que agudiza la desertificación, las inundaciones y las sequías.
La desertificación es un particular tipo de degradación del suelo que ocurre en tierras secas y puede tener efectos ambientales y sociales muy graves, como la subalimentación y la migración. Se estima, por ejemplo, que 74 por ciento de las personas en situación de pobreza en el mundo son afectadas directamente por la desertificación. Por esto, la lucha contra este fenómeno no solo se ha plasmado entre las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (luchar contra la desertificación y rehabilitar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones), sino también es el propósito del Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra cada 17 de junio.
México tiene aproximadamente 125 millones de hectáreas de tierras secas (zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas) que representan cerca del 65% del territorio nacional. Lamentablemente, la desertificación afecta al 43% de esas hectáreas, potenciando el riesgo de que las tierras de cultivo que ahí se encuentran se vuelvan improductivas. Por su vinculación con la inseguridad alimentaria y los procesos migratorios, la desertificación es un proceso que es fundamental combatir.
La desertificación es diferente a la formación de desiertos, pues esta no solo es inducida por las variaciones climáticas, sino que es causada, fundamentalmente, por la actividad humana (prácticas agrícolas inadecuadas, sobrepastoreo, deforestación, sistemas de irrigación inadecuados e incluso dinámicas socioecómicas poco pertinentes que favorecen la pérdida de cobertura vegetal que protege al suelo). Además, disminuye la productividad y la riqueza biológica de los suelos, ocasionando infertilidad, salinización, alteración de los ciclos biológicos, entre otros problemas.